En un solo Dios hay tres personas distintas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Son uno mismo, estuvieron juntos desde la creación porque Dios Padre usa el plural hagamos, es decir, siempre estuvieron las tres personas.
No siempre se manifestaron al mismo tiempo, pero son un solo Dios.
Por ejemplo, en el antiguo testamento se habla más de Dios Padre, y en el Nuevo testamento de la vida pública de Jesús.
Cada persona de la santísima trinidad tiene sus propias cualidades:
Dios Padre te creó, a Él tenemos que rendir respeto
Dios Hijo te salvó, a Él tenemos que seguir
Dios Espíritu Santo te inspira hacia la verdad plena
A Dios Padre lo conocemos en la creación, en el diluvio, en la liberación de Israel, vemos cómo tiene poder para dar vida y plenitud a sus creaturas.
Jesucristo nos enseña a orar a Dios padre, porque Él conoce al Padre, lo revela a quien quiere.
Pero Jesucristo tampoco habría nacido de la Virgen María sin la presencia del Espíritu Santo desde la anunciación.
En la anunciación, a la Virgen María, el Espíritu descendió, y ella tuvo así en su vientre al salvador del mundo, que es Cristo.
Los evangelios hacen un enfoque en Jesús, que a su vez provee claridad acerca de las otras dos personas de la santísima trinidad.
Enseña el padre nuestro, y antes de su pasión dice “Padre, que no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Jesús, verdadero hombre, tenía los pies en este mundo pero sabía que su corazón debía de quedarse en el Cielo.
Es más, luego de su resurrección, avisándole a sus apóstoles que se iría, les dice que les conviene, porque así vendrá el Paráclito.
Jesús ascendió al Cielo después de resucitar de entre los muertos, y está sentado junto a su Padre.
Jesucristo vino a unir lo que Él hombre perdió en el pecado original, vino a regalarnos la salvación y nos recuerda quién es Dios.
Porque recordemos que Adán y Eva veían a Dios Padre en todo su esplendor, hablaban con Él cara a cara.
Viene Jesucristo, padece por nuestro pecado, sube a la derecha del Padre y en Pentecostés nos envía el Espíritu Santo, para que nos consuele.
Dios es uno, ¿y sabes qué es lo mejor? A pesar de tenerlo todo, quiere estar en ti, se quedó en la Eucaristía.
Y al recibirlo, no solo recibimos a Jesucristo, sino a la totalidad de Dios, porque nos sentimos amados por el Padre, y a la vez inspirados por el Espíritu Santo.