Los errores de los que están frente a nosotros son visibles, pero nunca debemos olvidar que nosotros estamos también frente a nuestros hermanos.
Así como yo puedo ver los errores de otros, hay quién ve los míos.
Santa Teresa de Jesús en Camino de Perfección aconseja:
«Siempre sientan mucho cualquier falta, si es notoria, que veáis en la hermana. Y aquí se muestra y ejercita bien el amor en sabérsela sufrir y no se espantar de ella, que así harán las otras con las que vos tuviereis».
Y más abajo, dice «Procurar hacer vos con gran perfección la virtud contraria de la falta que le parece en la otra».
No debemos olvidar que nosotros también tenemos errores y que el otro tiene cualidades.
El primer paso para corregir con amor es saber sufrir la falta.
Es incorrecto corregir a quien apenas ves que comete un error y no quieres sufrir absolutamente nada.
Cristo vino al mundo y padeció la cruz por ti, ¿pero tú no estás dispuesto a padecer ni un poquito alguna falta de tu hermano?
Hay que tener amor, además, yo no puedo corregir a quien no amo. (Así que lo siento si quieres corregir a tu suegra).
Corregir a alguien cuesta, porque sabemos que una corrección no es bien aceptada al momento.
Pero quien ama corrige, aún a pesar de que es difícil y de que la otra persona se puede enojar contigo, corriges porque te importa el otro.
No corriges porque lo que tú piensas es más importante, corriges en favor de que la otra persona vea su error y pueda actuar para que este error ya no le perjudique.
Si tienes errores y te confiesas, Dios te perdona, ¿no vas tú a perdonar al otro?
El amor vence siempre, si aún no puedes mirar con amor los errores de los otros, primero pídele amor a Dios, para corregir.
Creo que cualquier persona no escucharía con atención a alguien que le corrige gritando, frunciendo el ceño.
La corrección se puede comenzar hablando de los temas en los que sí ha estado correcta la persona a la que estás corrigiendo.
Porque es necesario abrir el corazón, hacerle sentir que le quieres y que admiras sus cualidades.
Una mala corrección suele hacer sentir lo contrario: que no le quieres, que esa persona a la que corregiste siempre es el problema.
Y no es así, tú tienes que tener en claro (y puedes dejar en claro) que también te has equivocado y que no eres nadie para juzgar.
Luego ir al tema de lo que ha ocurrido más recientemente, del error del otro, sin de ninguna manera usar palabras ofensivas o subir la voz.
La corrección con amor se escucha bajito, a solas.
No es bueno decirle «Oye, quiero decirte algo pero no te enojes». Eso ya comienza a hacer enojar.
Háblale para que esa persona comience a recordar la situación antes del error que cometió.
Ya al final puedes decir «Yo creo que eso que tu hiciste no estuvo bien por estas razones».
Quizás la persona se enoja, te dice que tú te quejas de él o ella, pero no entres en problema.
Cuesta mucho aceptar una corrección, y si esa persona no lo acepta en el momento está bien.
Tú ya habrás cumplido con tener tranquila tu conciencia de que sí dijiste las cosas.
Si no te hace caso a ti, puedes volver a decirlo con otra persona, si aún así no les hace caso, se puede recurrir a una autoridad.
Para corregir con amor, es necesario tener en el corazón a Dios, hacer mucha oración por esa persona, pensar en sus cualidades y entonces hablar.
Que el Señor guarde tus relaciones, te de la valentía y el amor para corregir, apoyado de su gran ejemplo.