La resurrección no es solo lo que pasó Jesús, al tercer día de ser crucificado, sino que también es esa promesa a la que nosotros aspiramos: resucitar.
Y será una vida nueva, en que ya no hay muerte, volveremos a tener un cuerpo y será un cuerpo glorioso.
La resurrección, además, recalca un papel muy importante que tenemos de evangelizar.
Jesús se valió de una mujer para ser la primera que lo viera y quien tuviera esa encomienda de llevar a los discípulos la noticia de que el Señor estaba resucitado.
Este papel de la mujer como evangelizadora, a la vez nos habla de que Cristo va hacia las partes de la sociedad más humildes o que están bajo la orden de alguien, porque muchas mujeres vivían bajo el yugo de los hombres.
La mujer, sin embargo, tiene un don para convencer, para evangelizar.
¿Qué se relata en el libro del Génesis? El demonio, como la serpiente, tentó a Eva, la mujer que había sido creada a partir de la costilla de Adán, Eva cayó en la tentación, no es que ella fue quien tentó, pero sí transmitió esa tentación.
Ahí el papel de la mujer convenciendo. Se necesitó del demonio para tentar a una mujer, ¿y al hombre quién lo movió? Pues las palabras de una mujer.
Eva usó su don, lo usó mal, pero también se puede usar para transmitir el mensaje de la resurrección.
A evangelizar, claro, estamos llamados todos, sin embargo, en principio, Jesús eligió a una mujer como colaboradora de la buena nueva de Cristo, ya no desde la tentación, sino desde decir «El Señor Resucitó».
Qué bonito, Jesús escogió la palabra “Mujer” para ser lo primero que dice con su glorioso cuerpo resucitado.
Todos estamos llamados a resucitar con él. No importan los problemas en esta vida, si toda ella fue ejemplar, está bien equivocarse, pero hay que buscar la gloria de Dios.
Entre más dura fue la crucifixión, más hermosa la resurrección. Cristo Jesús, que está vivo y resucitado, nos llama a vivir en amistad con Él.
Es un gran gozo, porque recuerda que al final de todo, Dios es quien tiene la última palabra.
No importan las dificultades, los errores, la muerte carnal incluso, Él resucitó, se da a nosotros en cada eucarístia.
Y podemos ser parte de esa resurrección tan gloriosa, con un cuerpo y un espíritu puro, no solo cuando vayamos al cielo, desde aquí.
Porque todo lo viejo es nuevo y todo lo oscuro se hace luz ante tan gran rey.
La alegría de la resurrección hay que compartirla con nuestros hermanos y hermanas. Cristo vive, Cristo te ama y quiere ser parte de tu vida. Resucita con Él.