Hermanos, Cristo resucitó por nosotros.
Parece como si las flores fueran palpables, incluso cuando no las estás tocando, y son las nubes, es el cielo y la tierra, es un Dios que vino a donde estás para redimirte, para libertarte del pecado.
Él puede con todo, sin embargo, tanto nos ama, que viene a nosotros.
Jesús, que siendo Dios, te entregaste por unas hormigas, qué grande. La humildad solo se conoce cuando se es grande por dentro y pequeño por fuera.
Ansías de ser grande, eso es del mundo, ¿o no?, quizás muchos buscamos grandeza con fines interesados, o comenzamos de tal forma en la religión.
Qué más da ser interesado cuando se tiene a un Dios, cuando un Señor maravilloso te ha dado su corazón, se ha dado a sí mismo y se sigue dando en cada eucaristía.
Las nubes se pueden palpar con las yemas de nuestros dedos, se necesita el silencio, quietud para lograr palpar, pero es tan perceptible que llena de dicha.
Solo hubo alguien que vino a este mundo a morir, cuando tenía toda la vida, cuando Él había creado la vida, y se hizo nada.
Pero al tercer día, quién diría, incluso ni sus mismos apóstoles, porque hay sucesos difíciles de creer sin ver. Sucedió: Recitó de entre los muertos.
Su cuerpo glorioso, con las heridas de la cruz que tocó su apóstol Tomás, él que necesitaba ver para creer. Y Jesús le permitió tocar.
Dios da más de lo que pedimos, más de lo que queremos y merecemos.
Concluida su misión aquí, ascendió al cielo, también planea que tú lleves a cabo tu misión y regreses a Él.
Porque el fin último es el cielo, el cuerpo nada aprovecha. ¿50 años? ¿80? ¿15? Dios prepara a cada alma desde el vientre de su madre.
Así como preparó a la santísima Virgen María, inmaculada, para que fuera la madre del Salvador.
Tenemos que conservar la compostura antes de nuestra ida al cielo, creer sin ver, esperar contra toda desesperanza, porque Dios ha obrado.
El día de la resurrección estaba María Magdalena muy triste, porque claro, Jesús había sido el único que la entendía a la perfección, conocía su lado oscuro, y aún con todo la amaba.
Así ama a cada uno de nosotros, conociendo nuestros pecados, antes de que los confesemos nos ama, nos quiere perdonar, somos quienes no le hemos dejado obrar.
Nuestro trabajo es mantenernos en la fe, hacer lo posible por no pecar y hacer todo el bien que esté en nuestras manos, e incluso el que no esté en nuestras manos, con ese nos ayudará el Señor.
Que en el día de nuestra resurrección a la vida eterna, Dios nos encuentre confesados, habiendo cumplido nuestra penitencia, con obras de caridad, pero sobre todo, muy muy felices, que eso ya es resurrección desde acá.
Jesús vino porque todo su amor no lo podía contener, así que nació, murió, resucitó, a fin de darnos a Él mismo, y dándonos a Él mismo, tenemos vida en abundancia.
Ven hermano, a Jesús, en el sagrario, en la eucaristía, en el enfermo, en el pobre y el necesitado, en el preso también.
Está en el prójimo que tiene sufrimientos y te necesita.
Dios creó esas flores que aromatizan por entero la habitación con una fragancia agradable, y se las dio a unas pobres criaturas, que no eran nada.
En toda su majestad, estando el padre, el hijo y el espíritu, nos ama hasta el extremo. Quiere que, así como Él pasó de la muerte a la vida, así pases tú, su hijo o hija muy amada.
Es verdad que el término muerte, en algunos casos, se refiere al pecado. Y por eso se dice que Él que no tenía pecado, se hizo pecado, se hizo carne.
Pero Jesús no es que haya venido con el pecado original, no lo tenía, tampoco su madre biológica, Nuestra Virgen María. La humildad es hacerse pequeño hasta el extremo.
La muerte necesaria para los que tenemos el pecado original primero es hacia el pecado, es decir, bautizándonos.
Jesús se dejó bautizar por su primo Juan, y no tenía pecado original, pero lo hizo para poner el ejemplo.
Luego de morir al pecado original, está morir a sí mismo, hacia el cuerpo, para no dejar que nuestras pasiones y heridas nos dominen de forma que perdamos el cielo que ya Jesús ganó para todos y todas.
Y seguimos muriendo estando tan vivos, seguimos pecando. Bueno, ¿qué hacer? Dios perdona mientras tú de verdad te arrepientas y vayas al sacramento de la confesión.
La muerte quizás más difícil es morir hacia este mundo, pero no de forma carnal, sino estando todavía en este mundo, con el corazón fuera del mundo, de lo que ofrece, que al alma nada aprovecha.
Al alma lo que aprovecha es estar con su Dios, en silencio, escucharle y hablar con él, no solo como un amigo sino también como el Señor que es.
Dios el primer humilde, bautizado, para guiar a todo el que quiera ser humilde.
¿Y qué es la humildad sin el amor? No, la humildad no se entiende por sí sola, se necesita esa humanidad, amor al prójimo y a sí mismo.
En el corazón del resucitado cabe el amor hacia ti, hacia tu hermano y hacia sí mismo, a Dios no le cortaron las piernas, tampoco dejará que tú pases lo que no puedes o con lo que no te ayudará.
Dios te quiere feliz, con esa felicidad que viene desde adentro, que lo de afuera no dura ni aprovecha al alma.
Pero una sonrisa a otra persona, una sonrisa para nosotros mismos, un ánimo, eso aprovecha al alma.
Sé muy feliz, hermano o hermana, Cristo resucitó de entre los muertos, a fin de que tú tengas vida.
Vive feliz, radiante, pase lo que pase, bailando ante la vida, aunque se canse el cuerpo, alabando a Dios por todo lo alto y por dentro.
Cristo vive, Cristo impera, te quiere y no dejará que sufras la corrupción si lo dejas guiarte, si lo dejas amarte, si te dejas abrazar por los brazos más cálidos del mundo.
Esos brazos que abrió en la cruz, que abrió al resucitar, que abre en cada paso que das, esos abrazos puedes sentirlos en los momentos difíciles y fáciles.
Resucita con él cada día, dile que le amas, que estás feliz porque te regaló la vida, y es una vida eterna, es gran regalo.
Que la felicidad impere ante todo, porque quien era todo se hizo nada y todo, para que tuvieras esta felicidad que llena el corazón.