Nuestra Señora de Fátima es una advocación de María. La Virgen se presentó ante unos pastorcitos para darnos un mensaje de salvación.
El 13 de mayo de 1917 la Virgen se aparece a tres niños que estaban cuidando de las ovejas; sus nombres, Lucía, Jacinta y Francisco.
Primeramente les dijo que no tuvieran miedo, que ella venía del cielo, entonces los niños le preguntaron por conocidos que habían muerto hace poco, uno estaba en el cielo y otro estaría en el purgatorio hasta el fin del mundo.
Nuestra Señora les preguntó si querían unir sus padecimientos en la vida al perdón de los pecados del mundo, y ellos respondieron que sí, acto seguido, les pidió que rezaran el rosario todos los días para que haya paz y no guerra.
Un mes después, a la misma hora, la Virgen de Fátima les anunció que se llevaría a Francisco y Jacinta en breve al cielo, entonces Lucía pregunto si se quedaría sola, pero a esto Nuestra Señora respondió que Dios se quiere servir de ella para establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.
Los niños vieron dicho Inmaculado Corazón en las manos de María, rodeado por espinas que parecían clavarse en el, lo cual, entendieron que era a causa de los pecados, y necesitaba reparación.
La tercera aparición sucedió también ese día del mes en julio. Los pastorcitos tuvieron una visión del infierno; vieron un mar de fuego, sumergidos en el, demonios y almas, como si fuesen brasas negras y bronceadas de forma humana, que fluctuaban en el incendio que de ellas mismas salía, con nubes de humo cayendo a todos lados, entre gritos y lamentos de dolor. Asustados, los niños levantaron la vista a la Virgen, que les dijo: «Habéis visto el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores, para salvarlas Dios quiere establecer la devoción a mi Inmaculado Corazón».
Nuestra Señora, asimismo, les reveló la tercera parte del secreto y les dijo que si la humanidad no deja de ofender a Dios, en el tiempo de Pío Xl comenzaría una guerra.
Los pastorcitos fueron apresados para obligarlos a revelar el secreto, por eso, la cuarta cita con la Virgen tuvo lugar el 19 de agosto. «Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas».
Mucha gente del pueblo pedía a los niños que presentaran sus necesidades a Nuestra Señora. Otros, no pudiendo llegar, clamaban de lejos. Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad y algunos gritaban subidos a los arboles. «Curaré a algunos enfermos, pero no a todos. En Octubre haré el milagro para que todos crean».
El 13 de octubre de 1917 ocurrió la sexta aparición, preguntaron a Nuestra Señora qué era lo que quería, respondió: «Quiero que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados pronto volverán a sus casas». La Virgen les dijo que se curarían los enfermos que pidan perdón por sus pecados. Al irse, y abrir sus manos, las hizo reflejar ante el sol, y continuaba el brillo de su propia luz, entonces la lluvia cesó y el sol estaba danzante.
Después la guerra terminó, Francisco y Jacinta enfermaron: él falleció en 1919 y ella en 1920. Por otro lado, Lucía entró en el convento de las Hermanas Doroteas.
El 13 de junio de 1929 Lucía vio a la Santísima Trinidad, y a la Virgen María que le dijo «Ha llegado el momento en que Dios le pide al Santo Padre, en unión con todos los obispos del mundo, hacer la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón».
El 13 de octubre de 1930 el Obispo de Leira proclamó como auténticas las apariciones.
18 años después de las apariciones, Sor Lucía comenzó a escribir las memorias de los acontecimientos.
Juan Pablo II, por su parte, pidió el sobre que contiene la tercera parte del secreto tras el intento de asesinato que sufrió el 13 de mayo 1981.
Después de leer el secreto, el Santo Padre se dio cuenta de la conexión entre el intento de asesinato y Fátima: «Fue la mano de una madre que guio la trayectoria de la bala», detalló San Juan Pablo II y decidió que el texto se hiciera público en el año 2000.
«Hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él.
El Ángel, señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos, en una inmensa luz qué es Dios, algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él, a un Obispo vestido de Blanco, hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre. También vimos a otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza.
El Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas, y medio tembloroso, con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezaba por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros, los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones.
Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles, cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios».
El entonces Cardenal Joseph Ratzinger (Después Benedicto XVI), cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, señaló que la clave de la aparición de Fátima es su llamado al arrepentimiento y a la conversión.
La primera parte del secreto (la visión del infierno), es para muchos la más importante, porque revela a las personas lo que les espera después de la muerte si no se arrepienten de sus pecados y no se convierten.
El tercer secreto habla sobre un ángel con la espada de fuego, elemento que para el Cardenal no era fantasía: se refiere a las armas de fuego, que el hombre ha inventado. Otra cosa de la visión es la fuerza que se opone a la destrucción: el esplendor de la Virgen, que proviene de la penitencia. Esto quiere decir que la penitencia y la oración tienen el poder de cambiar las predicciones hacia el bien.
Ratzinger señaló que la montaña es el costoso camino que el hombre debe atravesar y la ciudad en ruinas representa las desgracias que el propio hombre ocasionó con las guerras. Benedicto indica que la travesía del Papa simboliza el camino de la Iglesia en medio de la violencia, las destrucciones y las persecuciones.
Esta parte del secreto concluye con una señal de esperanza: Que ningún sufrimiento es en vano. Porque la sangre de los mártires purifica y renueva. De ahí se levantará una Iglesia triunfante. También, la sangre derramada sobre la cruz representa la vivencia del sufrimiento de Cristo y la promesa de salvación.