¡Viva Jesús Rey del universo! ¡Viva Cristo que nos redimió!
Señor Jesús, qué fácil es amarte; siendo Tú el rey podías como otros usar tu poder para obtener beneficios propios, sin embargo, estuviste dispuesto a llevar una corona de espinas, no de oro, a nacer en un lugar humilde, no en un palacio.
Cómo admiro tu humildad, y cómo me pesa haberte ofendido con mis pecados, pero hoy, al igual que todos los días de mi vida, necesito que reines en mi corazón.
Solo si Tú me guías, me mantendré firme en la esperanza de la vida eterna.
Quiero que Tú seas mi único rey, y sé que, así como aquel ladrón, a mí también me falta arrepentirme de algunas cosas.
Tú nos amas tanto, Jesús, que hasta pediste perdón por nosotros, que no sabemos lo que hacemos.
Si bien no fui uno de aquellos hombres, también te he lastimado con palabras, obras y pensamientos malos.
Si ofendiera así a un rey, merecería la muerte; pero Tú me perdonas, lo has hecho tantas veces, eso no significa que quiera seguir pecando, al contrario, qué sería de mi si me llamas sin reconciliarme contigo.
Nada soy si no te amo, si no me inclino ante ti que eres mi rey, que me has dado todo lo que tengo sin merecerlo.
Perdóname, Jesús, por las veces que este criado tuyo exige cosas que tal vez hasta daño le harían. Si me lo permites, haré mi mejor esfuerzo para alabarte y darte gracias.
Tú eres un rey de vivos, para ti todos vivimos, estemos en este mundo o no. Habita en mí, Dios mío, para poder aprovechar mi vida aquí, y llegar un día con una ofrenda agradable a tus ojos.
¡Viva Cristo Rey del Universo! ¡Reina Dios en nuestras vidas! ¡Viva Jesucristo, Rey del universo!
