Alabar a Dios con nuestra vida comienza desde que tú eres feliz hasta que llevas esa felicidad a los demás y les dices que Cristo vive, que resucitó y con el tenemos vida plena.
El hombre es plenamente feliz cuando está unido a Dios, y por eso no podemos perder la gracia pecando.
A pesar de que tenemos un Dios misericordioso, hay pecados que uno mismo cuesta perdonarse, si hiciste algo con un ser querido que falleció (o no lo hiciste), el aborto, por poner ejemplos.
Dios perdona siempre que te arrepientes de corazón, los hombres perdonan a veces y la naturaleza nunca perdona.
Si tú pecas de lujuria, por más que te arrepientas y lo confieses, vas a seguir viviendo con el cuerpo con el que pecaste.
Si tú cometiste un delito penal, vas a tener que responder ante la justicia de los hombres.
En el proceso de que el hombre busca la vida plena, la felicidad, es tentado, por un mentiroso que ya no puede ir al cielo y no quiere permitirte que tú sí.
Alabar a Dios con nuestra vida es ser feliz, haciendo obras buenas, según la voluntad de Dios, luchando contra las tentaciones.
Y sobre todo, siguiendo a quien es el amor mismo, Dios, el amor que se hizo carne por ti, que mereciendo toda la gloria eligió la cruz.
Cuando tú te sientes amado por Dios, le sigues y le amas.
Nadie tiene un amor perfecto, sino Él. Pero todos encontramos la felicidad en el amor, que es Él.
Por más que el mundo te diga lo contrario, te quiera llevar por caminos que no son rectos.
Tú vales mucho, vales la sangre de Cristo, que es lo más valioso del mundo.
Alaba y glorifica a Dios con tu vida, porque Él te amó primero, porque él te quiere feliz, gozando desde el cielo aquí en la tierra.
La felicidad no está en el dinero, en las personas que aman poco como nosotros, está en buscar el amor mismo.
Y ese amor lo sentiremos, tarde que temprano, en una hora santa, en una visita al santísimo sacramento.
Cuando Dios te abraza es porque tú has pasado por cosas que quizás no querías o no debías pasar.
O han cometido errores contigo, y tú has cometido errores con otros.
Pero Dios te abraza, y entonces llegará un momento en que tanto tiempo te ha abrazado que tú por fin te das cuenta.
Quieres alabarle, seguirle y glorificarle, aunque el hombre poco es ante su Dios, El Señor te ama. Y darle tu amor es darle todo, es todo lo que quiere.