Una mamá es un ejemplo de amor y entrega a la vida. Así como nuestra Madre en la fe, la Virgen María, dijo sí a la voluntad de Dios, tu mamá también lo hizo.

Dijo sí a colaborar con Dios en la creación, y Dios, que ve nuestras vidas como un todo, prepara a cada mamá desde el vientre.

Porque el Señor ya sabe, desde antes de que nazcas, cómo va a ser tu vida, y prepara a tu mamá, asimismo, desde el principio de su vida.

A la Virgen María, Nuestro Dios la preparó desde su concepción, para que fuera inmaculada, sin pecado original.

Era necesario preparar una digna morada para el Salvador del mundo entero.

Tú, tu familia, tu mamá, también son obra de Dios. Todos esos consejos que nuestras madres nos han dado son un reflejo del gran amor que nuestro Creador tiene.

Para Él somos invaluables, pagó el precio con su propia sangre y está dispuesto a mejorar tú vida si te dejas llevar.

La maternidad, cabe destacar, no solo es carnal. ¿Cuántas madres biológicas tienen hijos sin orar por ellos?

Ser madre, desde el vientre, tiene como responsabilidad velar por la fe de los hijos. Y ser madre, desde la fe, es la mejor parte.

Una persona puede tener hijos espirituales por los cuales ora, ya sea desde que están en el vientre o por alguna situación particular.

Por ejemplo, un bebé que te enteraste está enfermo y oras por él o ella.

Las religiosas también tienen la maternidad espiritual, no solo porque están en oración sino porque por sus votos se convierten en esposas de Dios, que es el creador y padre de todos.

La maternidad, en la forma que sea, es preciosa. Y todas las mamás debemos de estar orgullosas de nuestros hijos, orar por ellos con amor e imitar el amor de Cristo.

Mari Ramírez Vásquez