Así como se llama a sí mismo la luz, el agua de vida, la verdad, Jesús, al llamarse el buen pastor, también nos da un nombre como sus ovejas. Somos las ovejas que Dios ama y cuida.
Curiosamente las ovejas son los primeros animales mencionados en el Antiguo Testamento.
Y, en los cuentos para niños, las ovejitas representan la bondad, a diferencia del lobo o zorro, que representan la maldad. ¿Somos realmente bondadosos?
Nosotros lo escuchamos, ya sea por el evangelio o porque tenemos su gracia en alguna Hora Santa. ¿Qué tanto hemos ido a su encuentro?
Una oveja al escuchar que la llama su pastor comienza a mover las orejitas, y si lo vuelve a escuchar va hacia él.
Como es usual decir, hay ovejas negras en la familia, e incluso, a veces parecemos más borregos desunidos que ovejas.
A veces solo nos escuchamos a nosotros mismos, y no queremos escuchar a Dios.
Si nos quejamos diciendo que Dios no nos hace caso, que no nos escucha, es a causa de que nosotros no hemos querido escucharlo realmente y solo le hacemos caso cuando nos conviene.
Dios siempre está con nosotros, pero qué caso tiene si no lo escuchas, si no vas a misa, si no le pones atención a las escrituras. Qué caso tiene si solo te escuchas a ti y a otra gente, no a Jesús; sin embargo, el amor del buen pastor es enorme.
Aunque somos ovejas necias, que buscamos comida donde no debemos, Jesús sigue llamando. Porque Él, que es tan buen padre, predicó con el ejemplo y sabe que a veces es difícil cumplir la voluntad de Dios.
Así como las ovejas que han sido ofrecidas como sacrificio, Jesús es el cordero ofrecido por el perdón de nuestros pecados.
Fue un cordero y es un Pastor. El buen pastor que da la vida por sus ovejas.
Es tan amable que no sólo se llama a Él mismo así, sino que también les da el privilegio a las autoridades de la Iglesia, y a nosotros que -alimentados con el ejemplo de otros pastores como Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, asimismo de los párrocos- podemos seguir por el buen camino y ofrecer nuestra vida como ofrenda.
Nuestro pastor nos va a guiar, pero nos respeta tanto que nos deja que si queremos vayamos a buscar comida donde no debemos, mientras Él mira y espera que cuando nos veamos perdimos, lo busquemos.
Si no somos capaces de encontrarlo, Dios a nosotros sí, es capaz de dejar a las otras ovejas por irnos a buscar para cubrir nuestras heridas, porque cuando una oveja se aleja del rebaño y se pierde lo primero que hace es llorar.
Dios nos conoce, sabe que podemos caer y hasta qué cosas podemos llegar a hacer, pero aun si lo hemos dejado, Él no nos dará la espalda; Jesús es buen pastor.
Que nos mire de lejos a veces por respeto a nuestra decisión no significa que dejamos de ser sus ovejas, a quienes guardará.
Nosotros somos felices por conocerlo y seguirlo; mover las orejitas cuando nos llama por estar felices de escuchar su voz.
Hay que ser, parecer y hacer. Las ovejas de un buen rebaño están siempre unidas.