La obediencia a la ley de Dios es más cuestión de amor que de cumplir porque sí o porque está bien: Dios nos hizo libres, y como dice el libro del Eclesiástico 15, 16-21 «Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja».
Obedecer la ley de Dios lleva a gozar con Él, pues sus normas existen para cuidar una sana convivencia y fomentar ambientes de paz.
¿Quién escribió los diez mandamientos? Dios Padre dijo a Moisés qué escribir en las tablas de la ley, entonces no son palabras de Moisés sino de Dios.
Los 10 Mandamientos de la ley de Dios son: amar a Dios sobre todas las cosas, no jurar en vano, santificar las fiestas, honrar a padre y madre, no matar, no cometer actos impuros, no robar, no dar falso testimonio o mentir, no consentir malos pensamientos, no codiciar los bienes ajenos. Dichos mandamientos están en el antiguo testamento. En el nuevo se añaden aclaraciones que podemos leer en Mateo 5,17-37.
La ley nueva o evangélica, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, lleva a la perfección la ley antigua. No basta con no matar, también es necesario no enojarnos, no insultar o despreciar a nuestros hermanos. No basta con no cometer adulterio, quien mira con deseo ya cometió adulterio en su corazón. No basta no jurar en falso, más bien no hay que jurar por nada, solo decir sí cuando es sí y no cuando es no.
Desde luego no es fácil, nosotros solos no podemos, pero gracias a su misericordia le tenemos a Él en los sacramentos, entre los que están Bautismo, Confirmación, Comunión y Eucaristía.
Y tenemos al Espíritu Santo que nos impulsa a practicar la caridad.
Antes de su pasión, nuestro Señor Jesús agregó el nuevo mandamiento del amor, amar al prójimo como a nosotros mismos.
Como se dice por ahí «ya nos dio la receta», está en nosotros si queremos vivir o morir.
Para obedecer la ley de Dios basta con dejarnos llevar por Nuestro Señor, que nos ama, que nos conoce y sabe lo que es mejor para nosotros. Cómo no vamos a amarle y a escoger lo mejor, que es vivir.