Cuando parece que todo está perdido, podemos encomendarnos a la Virgen de los Dolores, que es una advocación de María. A la Virgen Dolorosa se le celebra el 15 de septiembre, y es la segunda vez en el año que recordamos los dolores de la Virgen María (la primera es en Semana Santa). Nuestra querida Madre pasó por siete dolores.
Primer dolor: Simeón le anunció que una espada de dolor atravesaría su corazón.
Segundo dolor: la huida a Egipto cuando su hijo todavía era pequeño.
Tercer dolor: la pérdida de Jesús, cuando se quedó en el templo.
Cuarto dolor: encontrar a su hijo con la cruz a cuestas.
Quinto dolor: la crucifixión y la agonía de Jesús.
Sexto dolor: la lanzada al corazón y recibir a Jesús muerto.
Séptimo dolor: el entierro y la soledad, porque aunque Ella sabía que al tercer día resucitaría fue una muerte injusta llena de humillación.
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Nosotros estamos llamados a unirnos a los padecimientos de Cristo, también cargamos una cruz, y para nuestra suerte una mucho más pequeña, pero a veces no podemos.
El sufrimiento es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable, pero el dolor tiene un poder inmenso de salvación. Lo importante es el sentido que le damos, si lo dejamos pasar, sin más, habremos sentido dolor y ya, pero si unimos ese dolor a una buena causa, dará muchos frutos.
Lo puedes ofrecer por la salvación de las almas, o un milagro particular para tu familia.
Hacer lo que es agradable a nuestros ojos nos hace sentir bien, pero nada comparado con hacer algo agradable a los ojos de Dios.
Si salvas algunas almas, ellas pueden venir por ti al momento de tu muerte para que no pases por el purgatorio del que las salvaste.
Qué grande es Dios, que nos permite salvar con nuestro dolor, así como Él lo hizo. En el dolor somos más parecidos a Cristo. ¿Qué mejor que convertir lo malo en bueno?
No podemos evitar el dolor porque si pudiéramos tampoco sabríamos cuándo estamos felices.
A veces es difícil, imagina si sufriéramos la mitad de lo que María, tendríamos que estar muy cerca de Dios para poder con ello.
La Virgen Dolorosa se unió a los padecimientos de su hijo. Que Ella nos dé fuerza en los sufrimientos diarios para recordar que la voluntad de Dios es lo mejor.
Rosario De Los Siete Dolores
Al rezar el rosario de los siete dolores, unimos nuestro dolor al de María, tal como ella se unió a su hijo. De esta forma, participamos en la redención de nuestros pecados y los del mundo entero.
Primer Dolor – La Profecía De Simeón
(Ver Lucas 2,22-35). El hombre llamado Simeón fue al templo, inspirado por el Espíritu Santo, tomó al niño Jesús en brazos y bendijo a Dios.
José y María estaban maravillados por todo lo que Simeón decía del niño; pero al final, le dijo a María que a ella misma una espada le atravesaría el alma, y que en eso los hombres mostrarían claramente lo que sienten en sus corazones.
Cuán difícil debió ser, escuchar primero unas palabras tan halagadoras y las siguientes de una profecía que atravesaría el alma.
Nosotros también nos venimos abajo por las noticias que no parecen buenas a primera, por eso te pedimos, María, que nos ayudes a no decaer en la fe. Y a creer que todo es gracia de Dios. (Se reza un padre nuestro y siete Ave Marías).
Segundo Dolor – La Huida A Egipto
(Ver Mateo 2, 13-15). José se levantó, tomó de noche al niño y a su Madre y se retiró a Egipto.
La obediencia a Dios es una virtud que no solo le agrada a Él, sino que mejora nuestra vida.
José y María obedecieron la voluntad de Dios, ella sufrió de privaciones durante el largo viaje.
Además, en la misma lectura de la huida a Egipto se puede entender el dolor de otras madres, que lloran a sus hijos muertos.
Nosotros te necesitamos, Madre Dolorosa, acógenos entre tu manto en los momentos de angustia, y alcánzanos la gracia de abandonarnos en Dios. (Padre nuestro y siete Ave Marías).
Tercer Dolor – El Niño Perdido En El Templo
(Ver Lucas 2,41-50). Después de tres días, hallaron a Jesús en el Templo, y María le preguntó: ¿Por qué te has portado así?
Jesús respondió que Él tenía que estar donde su Padre. Y su madre guardaba fielmente en su corazón todos estos recuerdos.
Cuánta preocupación habrá cargado nuestra Madre, e incluso fatiga, porque ya llevaban un día de camino cuando se dieron cuenta.
Madre Dolorosa, ayúdanos a siempre regresar a Dios. Y te pedimos por todas las madres a quienes les han robado hijos. (Padre Nuestro y siete Ave Marías).
Cuarto Dolor – María Se Encuentra Con Jesús Camino Al Calvario
Jesús tuvo el apoyo de su Madre en la subida al Calvario. Ella no se quejó, pero qué doloroso habrá sido ver caminar a su hijo hacia la cruel muerte.
María, acompáñanos en nuestro caminar, que, aunque es difícil, no se compara con lo que padeció Jesús. Y cuando veamos a alguien que sufre, ayúdanos a reconocer a Dios. (Padre Nuestro y siete Ave Marías).
Quinto Dolor – Jesús Muere En La Cruz
(Ver Juan 19, 25-30). En sus últimas palabras, Jesús hace saber que María es nuestra Madre. Desde ese momento, el discípulo amado la llevó a su casa.
Mamá María, tú permaneciste al pie de la cruz, y escuchaste cómo Jesús le prometió el cielo a un ladrón, también, cómo perdonó a sus verdugos.
Yo te acepto como mi Madre, quiero estar contigo aquí en la tierra y en la vida eterna. (Padre nuestro y siete Ave Marías).
Sexto Dolor – María Recibe El Cuerpo De Jesús Al Ser Bajado De La Cruz
(Ver Marcos 15, 42-46). José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato se extrañó que ya hubiera muerto. Dios sabe cuánto podemos soportar.
Madre dolorosa, qué aflicción sentir a tu hijo muerto, y cuántas mujeres lloran la misma pérdida.
La muerte de Jesús estremece los corazones. Ayúdanos María, a permanecer fieles hasta nuestro último aliento. (Padre nuestro y siete Ave Marías).
Séptimo Dolor – Jesús Es Colocado En El Sepulcro
(Ver Juan 19,38-42). Envolvieron el cuerpo de Jesús con lienzos perfumados, según la costumbre de enterrar de los judíos. Había un huerto cerca del lugar, y un sepulcro nuevo.
Oh, Mamá María, Dolorosa y Bendita, alcanzamos de tu Hijo las gracias para seguir su ejemplo y trabajar para Dios. Hay tantas cosas bonitas aquí, pero hay muchas más en la Patria Celestial, ayúdanos a merecer ser partícipes de su Gloria.
Tenemos confianza en que la voluntad de Dios es mayor que nuestro entendimiento. No importan las pruebas, Tú y tu hijo tienen un buen plan. Acompáñanos siempre, María. (Padre Nuestro y siete Ave Marías).
Oración final del rosario de los siete dolores
Oh, doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu maternal protección, a fin de que yo sea siempre fiel a la voz de Jesús, responda a su amor, y obedezca a Su divina voluntad. Ayúdame a vivir unido a tu corazón, que a su vez está unido al corazón de Jesús. Protégeme, Madre Mía. Amén.