Hace mucho tiempo, en el siglo tres, nació Santa Águeda, una virgen y mártir, a quien se acude para dominar el deseo de bienes materiales, el deseo sexual desordenado, e implorar peticiones de las que hablaremos conforme avance esta historia.
Águeda creció siendo una italiana hermosa y era de buena familia. Muchos la pretendieron, pero ella decidió ofrecerle su virginidad a Dios.
No fue tarea sencilla, vivió tiempos de persecución, porque Decio era el emperador.
Un romano con poder político la quiso enamorar, Águeda lo rechazó. A lo que el hombre respondió acusándola de ser una mujer malvada.
Estuvo en una casa de mujeres de mala vida durante un mes, pero ella no quebrantó su juramento de virginidad.
Lleno de furia, el romano ordenó la tortura. Sus senos fueron cortados. Águeda les dijo que vergüenza les debía dar porque ellos fueron amamantados.
San Pedro apareció una noche para curarla. Pero más tarde, murió como toda una mártir, uniéndose a Cristo.
En la Patria Celestial recibió la corona de los mártires y la palma de la virginidad.
Un año después, hizo erupción el volcán Etna, los pobladores pidieron la intercesión de Santa Águeda. La lava se detuvo y por eso es patrona de la ciudad de Catania.
Otros pobladores de regiones cerca del Etna acuden a ella para sus peticiones contra el fuego, los rayos y los volcanes.
El nombre de Águeda significa buena y virtuosa. Que esta gran virgen y mártir nos acompañe en el caminar para permanecer en la fe y en la esperanza.
Bienaventurada Santa Águeda, encomendamos a tu protección a todas las mujeres que luchan contra el cáncer de seno. Cura su cuerpo y dales espíritu para anunciar tu bondad.
También te pedimos por los hombres y mujeres sumidos en la concupiscencia, para que dejen esos caminos y se acerquen a Dios. Amén.