Conocer la vida de los santos es bueno en nuestro camino hacia el cielo y la santidad. San Francisco de Sales es conocido como el santo de la amabilidad y como el patrono de los periodistas.
La infancia de Francisco estuvo instruida por el gran ejemplo de su madre, mujer que se había casado joven, con un hombre mucho mayor que ella, la señora de Boisy era sumamente trabajadora.
Trabajar mucho y sin perder la calma es difícil, de pronto sentimos que tenemos mil cosas que hacer y nos estresamos, pero para alguien que busca el camino de Dios, que se deja guiar por Él, es menos difícil.
Aquella virtud del trabajo, Francisco la aprendió con su madre. El padre era más preocupado por la educación del muchacho. Yo he escuchado el término titulitis para referirse a quien se interesa mucho por un título de licenciado, maestro, doctor.
Entonces fue su padre él que lo impulsó a estudiar derecho, Francisco se graduó como doctor, se le presentaron oportunidades maravillosas en la vida laica, sin embargo, él sentía necesidad de consagrarse a Dios.
Hizo su voto de castidad y, más tarde, su padre no pudo impedirle ser sacerdote, los caminos de Dios son perfectos. Francisco de Sales, gran predicador en sus escritos y charlas, llegó a ser Obispo de Ginebra. Su papá estaba feliz por aquello. ¡Gloria a Dios!
Juana de Chantal, ella, como otras distinguidas mujeres, se acercó con motivo de beneficiarse de la dirección espiritual de Francisco. Dios estaba preparando el camino para la Orden de la visitación, fundada por estos dos ahora santos.
La historia del santo es maravillosa, y como nos puede pasar con otros santos, al leer quizá decimos «Ay, pero ellos pudieron, yo soy pequeño, pobre». Pues así, en tu pequeñez, en tu pobreza, Dios tiene preparadas grandes cosas para todos sus hijos.