Los católicos estamos llamados a seguir a Jesús, nuestro maestro, Él primero que amó, y el primero que dio todo lo que tenemos.
A lo largo de los evangelios, la palabra “sígueme” se encuentra doce veces, concuerda con el número de los apóstoles.
Pero ¿qué implica seguir a Jesucristo?
Uno a veces pensaría que con Dios todo es fácil, que Él te ayuda y hace prácticamente todo o lo más difícil.
Sin embargo, hay una parte que nos toca a nosotros, a cada uno, porque cada uno está llamado a una vocación específica y única.
Lo primero para seguirle, es conocerle. Tener un trato directo con el Señor implica ir a misa, comulgar en gracia, hacer oración de quietud.
Cuando estás en amistad con Él, sin duda te dice “Sígueme”. Se siente a la perfección y las respuestas pueden ser variadas.
Ejemplos del evangelio, cuando un escriba se acercó y le dijo “Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas”. Mt 8,19.
Jesús le dijo que las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Es verdad que cuando le seguimos, renunciamos a ciertas cosas que ofrece el mundo por los bienes del cielo.
Claro, es gran negocio porque lo de la tierra dura poco en comparación con la eternidad, pero aún estamos en el mundo, se siente lo que dejamos.
Y el Señor es tan entendido que hasta nos trata con paciencia.
Un discípulo, que le quería seguir, a su vez tiene una petición: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”.
Ahí no solo se dejan los bienes materiales, la fama, la fortuna, sino a nuestros seres queridos, ¿pero en qué aspecto?
Jesús le responde “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos” Mt 8,22.
Hay un momento para nuestros seres queridos y un momento para Dios, por supuesto que el Señor no te va a pedir imposibles cuando tienes a un pariente enfermo.
Te va a pedir que no vuelvas la mirada, para que no te ocurra lo que a la esposa de Lot.
La petición de Dios, de seguirlo, es muy paciente y amorosa, Él te escucha, sabe de tus problemas.
Aquí entro para reflexión sobre un evangelista a quien literalmente Jesús levantó en su seguimiento: San Mateo.
Era un recaudador de impuestos, le importaba el dinero, esa era la parte de su alma que se encontraba paralitica ante tan gran Dios.
Y el mismo San Mateo dice en Mat 9,9 que se levantó y le siguió.
Seguir a Jesús implica levantarnos de nuestros pecados, de lo que obstaculiza el camino.
No te preocupes, ya cuando estás en gracia, hace falta perfeccionar.
También se acerca otro que está muy seguro de cumplir con los mandamientos y cuando pregunta qué le falta, Jesús le responde:
“Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme” Mt 19, 21.
Es necesario desprendernos de poner el corazón en este mundo, del dinero que solo sirve aquí.
“Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios. Lc 9,62.
Jesús quiere que le sigas con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas.
Porque Él fue el primero en poner ejemplo del seguimiento (en su caso al padre celestial), Él te acompaña en tu camino.
Seguir a Jesucristo implica dar pasos junto a Él, en oración constante, desconfiando de ti y confiando en Él.
Ese camino tiene un área de descanso maravillosa, se llama cielo, allí descansas para volver a trabajar (interceder) por los que siguen acá.