Todos estamos llamados al cielo, a ver a Dios, a estar con Él en su gloria. La patria celestial es la meta, y en esta vida luchamos por estar ahí.
Solo teniendo una vida santa o una muerte corporal de mártir es que se llega al cielo sin pasar ni un minuto en el purgatorio.
Y tener una vida santa es fácil con la gracia de Dios, me explico más adelante por pasos.
¿Qué Es El Purgatorio?
La palabra viene de purga, que a su vez es eliminar lo malo, lo que hace daño.
Puede ponerse el ejemplo de cuando sacamos la basura, cuando nos desparasitamos, cuando nos duchamos, la purga es una limpieza.
Al cielo entran almas completamente purificadas, sin una mancha en su vida espiritual.
Y el purgatorio es el lugar a donde van las almas que durante su vida terrena tuvieron amistad con Dios, pero no están completamente purificadas.
Cómo Podemos Saltarnos El Purgatorio
Todo es posible para Dios, de pronto podríamos pensar que eso de llegar al cielo sin pasar por el purgatorio es difícil, pero con la gracia de Dios se puede.
Lleva una vida santa. Si cumplimos los mandamientos de Dios, los de la Iglesia, no tenemos pecados capitales y amamos al prójimo, nuestra alma irá al cielo tan pronto muera el cuerpo.
Es maravilloso como la relación con Jesús siempre puede mejorar. San Pablo perseguía a los fieles que creían en el Señor, y luego qué bien evangelizó.
Dios es misericordioso, perdona los pecados, ¡y es gratis! solo basta hablarle, disponernos a una relación con Él.
La Confesión Es La Limpieza Del Alma
Hay etapas para confesarnos como es agradable a Dios, lo primero es el examen de conciencia, no te preocupes, este no se reprueba.
En un buen examen de conciencia profundizamos qué es lo que hemos hecho mal, ¿fue de pensamiento, de obra, de omisión? ¿A qué mandamiento faltamos?
Hay un dolor que sentimos por haber pecado, porque el hombre solo es feliz cuando está bien abrazado a Dios, y con ese dolor o esa pena vamos ante el confesor, en quien se manifestará la misericordia.
Así con tu dolor, con esa pena que se siente al haber ofendido al Señor, ve a limpiar tu alma, ese es el segundo paso.
Jesús le otorgó poder a sus discípulos para dar la absolución, ellos lo fueron otorgando a los obispos, y un obispo al sacerdote que estará ahí.
Una vez digas todo, de verdad todo, y recibas la absolución, solo te faltaran dos cosas: el propósito de enmienda (intenta no volver a ofender a Dios) y haz la penitencia que te dijo el sacerdote.
Mejor Trabajar Aquí Que Sufrir El Fuego Allá
Claro que hay persecución para los que seguimos a Dios, lo importante es abandonarnos en Él.
Que, si no se pone fácil para nosotros, para Él todo tiene sentido. En el camino al cielo hay piedras, de pronto pecamos y volvemos a confesar lo mismo, pero Dios nos perdona.
Con lo último no quiere decir que pequemos porque al fin y al cabo nos confesamos, ¡no! Dios es justo juez. El Señor dará a todos según sus obras y según el amor que nosotros repartimos en la vida terrena.
El Sano Cumplimiento
El ir a misa es algo que ningún católico con ánimo de ir al cielo debe pasar por alto.
Al inicio de misa se perdonan nuestros pecados veniales (se llama acto de contrición al «Yo confieso ante Dios Padre Todopoderoso, y ante ustedes Hermanos, que he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión…»)
Si tus pecados son solo veniales, puedes comulgar con mucho respeto y amor.
Recibir a Nuestro Señor Jesús es demasiado bueno para el alma. Aunque nadie es digno, Jesús comienza a trabajar ahí, en nuestra mente, en nuestro corazón.
Nos va uniendo cada vez más a Él, llama a servir, a amar al prójimo, y eso llena de felicidad.
A algunos los llama a consagrar su vida, y tarde o temprano respondemos, con su gracia.
Siempre muy unidos a Él, trabajemos por la recompensa eterna, por la vida que no se acaba, para que nuestra alma esté cerca de quien nos creó.