Todos queremos llegar, cuando Dios nos mande, al Cielo, contemplar al Señor, mirarle. Pero mientras tanto también podemos disfrutar del cielo aquí en la tierra, estando con Dios.
Y la oración contemplativa trata de eso, de vaciarnos de nuestras preocupaciones, de lo que es solo mundano y prestar atención a qué dice el Señor.
Escuchar a Dios es la mejor parte, de la que hablaba Jesús en el evangelio donde va a casa de Lázaro, Marta y María.
Marta, apurada con los quehaceres domésticos, le dice «Señor, dile a mi hermana que me ayude», pero Jesús le responde «María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará».
La mejor parte es cuando Dios te habla, como Maestro, Amigo o Señor; cuando te dice Te Amo, cuando estás con Él en el Santísimo Sacramento (sea expuesto o no).
Y nadie te quitará esa alegría que solo puede venir de Dios, esa paz y esa tranquilidad que le da al alma.
¿Cómo Se Hace La Oración Contemplativa?
De primeras, dedicándole un tiempo a Dios, así sean diez minutos, puedes empezar con poco.
Lo ideal es hacerla en la Iglesia cuando está expuesto el Santísimo Sacramento, es decir, la Hostia Consagrada.
Que sea en silencio, porque, como decía una hermana religiosa, Dios habla bajito. Y también es necesario el silencio para concentrarte.
Si te pasa que en tu parroquia hacen horas santas y se la pasan hablando, no vas a poder hacer oración contemplativa, ahí vas a necesitar ir a buscar al Señor al Sagrario.
Una vez que estás frente a Él, haces una reverencia, porque es el rey de reyes, te quedas parado un momento o te sientas.
Dios te conoce, sabe lo que tienes en tu interior, tus preocupaciones, etc., pero si tú quieres, puedes comentarle situaciones como a un amigo.
Que la oración sea contemplativa no implica que no puedas decirle nada.
Sí se intenta filtrar lo que es muy de nosotros, y escuchar lo que el Señor tiene que decirnos, pero el Señor tiene su plan para cada alma.
De momento, podría bastar con que le digas, «Señor, aquí estoy». Y quizás escuches un «Me alegra», «Te amo».
Dios es maravilloso, Él siempre tiene algo lindo qué decirnos, pero hay que acercar nuestro oído, escucharle.
Al final, cuando te vayas, haces de nuevo la reverencia, seguramente con mil cargas menos encima de las que traías, y si sientes necesidad de agradecerle maravilloso.
Si sientes necesidad de decirle que regresarás, maravilloso, Dios es amigo, por eso puedes hablar con Él, también es Señor, por eso debemos escucharlo.