Hay Vida Después De La Muerte

el buen pastor da la vida a sus ovejas

Hay vida después de la muerte y esa vida Jesucristo la ganó para nosotros, muriendo en la cruz, pero resucitando al tercer día.

Es impresionante cómo Dios dejó morir a su hijo de la peor manera en que podía morir una persona, sin embargo, tanto Dios padre como hijo sabían que era para un bien supremo.

Jesucristo, es verdad, lloró, le pidió al padre «Aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya».

Sería precioso que en nuestra vida como católicos practicantes digamos eso mismo ante las dificultades, las adversidades más mínimas o las que parecen invencibles.

Dios venció a la muerte, resucitando de entre los muertos. Y si hay vida eterna, si hay resurrección, también hubo muerte, una muerte de cruz.

La cruz es la dificultad que se vence en esta vida y también la que no. Hay personas que sanan de enfermedades, hay personas que mueren con ellas, pero teniendo fe.

A la fe no le vale más la muerte que la vida, porque la vida siempre es lo más valioso, y es eterna, es una vida llena de sentido en la resurreción.

«Señor, me caí, me puse triste por cual o tal motivo, pero resucito contigo».

«Señor, he tenido errores, pero tu diste todo por mí, hiciste lo impensable, resucitaste, yo sé que contigo no erraré más».

La resurrección tiene sentido en esta vida y en la eterna, confiando en Dios desde aquí, sin entender, el entendimiento vendrá después.

Un día miraremos al pasado, entendiendo que Dios obró, otro día le veremos cara a cara, como le veían Adán y Eva antes del pecado original.

Dios acabó con el pecado, acabó con la muerte y nos dio vida en abundancia, para que gocemos de ella en su presencia, en su amistad.

Sé feliz, hermano, hermana, tienes vida, tienes un pasado, pero también un futuro glorioso en Cristo Jesús, que sana, que te salva, que te resucita.

La vida es para vivirla en amistad con Dios, sin él no hay cielo, el cielo es donde él está, y de ti depende que le tengas desde acá.

A fin de que un día, cuando te llame, cuando te llame para ir a su presencia, estés preparado o preparada, y tengas vida, vida eterna, un cuerpo eterno y un alma enamorada de Él, alabándole por los siglos de los siglos.

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