El nombre nos hace convivir en la sociedad, nos identifica y es parte de nosotros mismos.
Hay dos nombres que Dios elevó sobre otros, uno es el nombre de Jesús (que al nombre de Jesús toda rodilla se doble) y el nombre de María.
En este artículo vamos a tratar la importancia del nombre de María, porque ella, al ser la madre de Dios, al tener la humildad de decirse “esclava del Señor” Dios la bendice, elevándola a la condición de Reina y Madre.
El dulce nombre de María se celebra el 12 de septiembre en toda la Iglesia desde que el Papa Inocencio XI la admitió en 1683 dado que los turcos, que perseguían a la Iglesia, fueron derrotados.
Pero desde los años 1500 especialmente en España existía una devoción fuerte a esta advocación de la Virgen.
Podría ser porque la devoción al Santo Nombre de Jesús (desde los años 1300) abrió el camino para la devoción al Dulce Nombre de María.
En todo caso, Nuestra Madre es el camino a Jesús, y no se puede amar al hijo sin respetar a su madre.
Dios escogió a la Virgen María, porque era la persona que más lo había amado, ningún santo anterior mereció llevar en su vientre a Nuestro Señor Jesús.
María se reconoce como la esclava, no sabe exactamente cómo obrará Dios, pero confía en su poder y se entrega.
Dios tiene un plan para cada uno de nosotros desde el bautismo, desde que nos hacemos sus hijos, pero necesita ese sí, esa confianza.
Los que tenemos el nombre de María no podemos estar más felices de celebrar esta fiesta, pero también los que no se llaman como ella tienen un llamado.
Cuando el Señor te llama por tu nombre, te dice que te ama, que te quiere haciendo tal o cual cosa, no puedes sino seguirle.
Aunque no lo entiendas, te entregas por amor, con total confianza de que es tu Creador y Salvador quien te pide.
Además, lo que Dios pide, Él mismo lo lleva a cabo. Lo que pasa es que nos respeta tanto que pregunta antes de entrar.
Si estás bautizado, ese nombre que tú tienes está dentro del plan de Dios en este mundo y hasta la eternidad.
El Dulce Nombre de María es como llamamos a Nuestra Madre del Cielo, quien nos hace llegar a su hijo y gozar desde aquí en la tierra.
Ama tu nombre, Ama esa promesa especial que Dios tiene para ti, eso a lo que te llama, porque llegarás al Cielo un día con ese nombre y habiendo respondido a su llamado.