La confianza en Cristo no se puede tener sin su gracia, no podemos ser fuertes ni creer ni amar si Él no nos sostiene.
Por eso hay que pedirle que nos ayude en cada paso que damos.
Esta vida es una constante guerra contra las tentaciones, nosotros mismos y el pecado.
Solo Dios, que conoce nuestros corazones, que ve el futuro y cómo será que nos convirtamos de corazón, sabe por qué ocurren las cosas.
Dios no se equivoca ni está a prueba, es el hombre el que está a prueba.
La confianza en Cristo se demuestra en la adversidad, somos débiles y no podemos.
Por eso le pedimos que nos ayude, y le decimos «Señor, no lo entiendo, pero confío en ti».
Confío en tu amor y aunque esté pasando por esto, yo sé que tú me amas.
Ahora no estoy viendo claramente, hay situaciones que me nublan la vista.
Por eso vengo ante ti, a pedirte ayuda. Confío, Señor, pero ayúdame a confiar más.
Te amo, Jesús, con un amor imperfecto, ayúdame a crecer en el amor.
Cuando solo Dios sabe los motivos, a nosotros nos corresponde confiar, porque conviene.
Conviene no perder el cielo que Él ganó para nosotros.
Conviene no cubrirnos el rostro cuando veamos claramente.
Porque hay un tiempo en que el hombre entiende, y más le conviene no haber pecado.
Pasan los años y entendemos por qué ocurrieron ciertas cosas, que había sido lo mejor en ese momento y no después.
Hay también situaciones en que quieres algo, lo buscas, pero no lo obtienes.
Y no entiendes por qué no lo obtienes hasta que dejas de querer entenderlo, haces tu parte y le dejas a Dios ser Dios.
Nada es imposible para Él, el creador del universo es todopoderoso, pero no es un trabajador a tu servicio.
Es al revés, nosotros tenemos que darle cuentas a Él, y de lo primero en entregarle es la confianza.
De qué sirve que vayas a la Iglesia, si no confías. De qué sirve que hagas caridad, si no confías.
De qué sirve que te sientas amado por los hombres, si has traicionado a Dios.
Seremos medidos en la confianza y en el amor que damos.
Lo bueno es que esa misma confianza Dios la trabaja en nosotros mientras se lo permitamos.
Cuando Él es la fuerza, el hombre solo debe de entregarse.
Lo que Dios no puede es faltar al amor, respeta tu libertad, y no puede obrar en ti si tú no se lo permites.
He ahí el verdadero problema, ¿se lo permitimos?
Confía en el Señor, y Saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado.
Porque si te entregas, Él también, es más, Él ya se entregó por ti.
Luego de confiar, Dios puede obrar en tu vida, en tu vista, y aclarar lo que ahora es oscuro.
Nunca dejemos de confiar en Cristo, que nos amó hasta el extremo, que resucitó y quiere que resucitemos con Él desde aquí mismo.
Siendo felices, viviendo el amor pleno en Él, por Él y con Él.